Para
muchos montañeros el lugar tiene una importancia solo relativa, tanto que en
algunos casos hasta la cumbre posee un papel secundario, las aspiraciones
suelen estar más sujetas a la épica que a la estética. Ciertamente, en la
práctica del alpinismo, uno puede admirar la belleza de la montaña mientras se
acerca a ella. Ahora, cuando empiezan la faena y la lucha, uno se pierde en los
pliegues de su escamosa y milenaria piel, el paisaje desaparece a medida que
crece el compromiso y nos vamos fundiendo como una sola pieza, al punto que
olvidamos el tiempo y a nosotros mismos cuando por un instante nos sentimos tan
grandes como la colosal madre que nos está adoptando.
(fragmento del libro Aconcagua por aficionados - Toni Rodriguez)
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